Recordando a una leyenda: Bill Cunningham

Conocí a Bill Cunningham en lo que me gusta recordar como el primer día de mi vida como historiadora del arte. Después de meses de trabajo duro, tratando de mostrarle al mundo de la historia del arte que yo, la economista con poca educación formal en su disciplina, podía ser parte de él, éste era mi primer día como investigadora en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (The Met). Así que, en un típico día de invierno en la ciudad—soleado pero helado—salí de mi casa con mis botines Chanel en los pies, mis libros en la cartera y mi abrigo con estampado floral favorito, tratando de no dejarme consumir por los nervios y esperando sobrevivir a mi primer día como miembro del staff en el museo que tanto adoro.

Resultó ser ese mismo día la inauguración de dos de las más exposiciones de mi departamento este año: The Power of Prints: The Legacy of William M. Ivins and A. Hyatt Mayor (El poder de los grabados: El legado de William M. Ivins y A. Hyatt Mayor) y Wordplay: Matthias Buchinger’s Drawings from the Collection of Ricky Jay (Juego de palabras: Los dibujos de Matthias Buchinger en la colección de Ricky Jay). Recién llegada al mundo de los grabados y los dibujos, y habiéndome propuesto absorber la mayor cantidad de información durante mi tiempo en el Met, pasé un largo tiempo tratando de verlo todo antes de ir por una copa de vino en la recepción. Y, mientras miraba algunos de los dibujos de Buchinger con diseños florales, un gran hombre, con la más grande sonrisa en su cara, se me acercó comentando cómo se veía de bonito el estampado floral de mi abrigo al combinarse con los dibujos que tanto tiempo llevaba yo estudiando. Era Bill.

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En esta única conversación que tuvimos sobre flores, estampas (en papel y en textiles) y el mantenernos calientes y felices durante el congelado invierno neoyorquino, aprendí que Bill Cunningham, a pesar de ser una verdadera leyenda, era también una de las más amables y humildes personas que este mundo pudo haber visto. Y esa es una de las razones por las cuales lo admiro tanto; porque no hay nada que con ella no se pueda lograr y el mundo siempre nos agradece que incrementemos su dosis de buenas vibras.

Pero ésta claramente no es la única razón para admirarlo.

Comenzando en los 1970s, Bill Cunningham caminaba las calles de Nueva York tomando fotografías de moda “En las calles” para su columna en el New York Times. Así que, de alguna forma, él fue el pionero de la fotografía de estilo en las calles que ha invadido el mundo contemporáneo de la moda, con todos los blogs de estilo y las redes sociales que la han ayudado a crecer. Él creía que la moda, lejos de lo que presentan las pasarelas, ocurre en las calles; creía, de corazón, que todos los neoyorquinos merecían ser fotografiados y que no se necesita ser una “celebridad de la moda” para tener estilo o vestirse bien.

 

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Algunos de sus lugares favoritos en Nueva York eran la Quinta Avenida y el Met; frecuentaba los más exclusivos eventos, y probablemente nunca se perdía la semana de la moda. Estaba en todas partes, montando en su bicicleta, llevando puestas su sonrisa y la chaqueta azul que tan bien le combinaba, siempre listo para disparar. Era una presencia eterna en la ciudad y verlo haciendo lo que amaba con tanto entusiasmo era siempre una sorpresa inspiradora.

Bill pasó décadas haciendo su trabajo y, hasta el último momento, lo hizo con pasión y con una enorme y honesta sonrisa en sus labios. Era querido y amable, siempre dispuesto a hablar alegremente sobre la moda que tanto adoraba. Y esto es algo que quisiera tomar de él y, en lo posible, adoptar en mi propia vida como una especie de homenaje a este maravilloso hombre. Porque el amor que tenía por su profesión, y el impulso para siempre hacer lo que amaba, siempre tomando fotos de moda en las calles, bajo la lluvia o bajo el sol, es algo que quisiera poder hacer en mi propia carrera.

Así que gracias, Bill, por aparecerte en mi primer día como historiadora del arte. Gracias por recordarme mi amor por la moda, las flores y el arte. Gracias por ser una inspiración y un modelo para siempre hacer lo que amo y, para siempre y por siempre, hacerlo con pasión.

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**Conozcan más sobre Bill Cunningham en The New York Times

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