Sobre los detalles feministas de la Boda Real de Meghan Markle y el Príncipe Harry

La boda de cualquier miembro de la realeza es, casi que por principio, un evento formal y extremadamente tradicional. Normalmente realizadas para concretar —y demostrar— la unión de dos familias de poder, las celebraciones matrimoniales de la realeza incluyen el intercambio de anillos y promesas en una ceremonia religiosa, enormes festividades con cientos (¿miles?) de invitados y un paseo en carruaje por el reino en cuestión. Por lo general, la pareja y sus invitados se visten elegantemente, casi siempre siguiendo las últimas tendencias del momento. La boda de Meghan Markle y el Príncipe Harry —ahora la Duquesa y el Duque de Sussex— del fin de semana pasado estuvo repleta, como era de esperarse, de todos estos elementos de formalidad. Pero, a diferencia de muchas bodas reales del pasado, no estuvo exenta de elementos subversivos y feministas, al menos en cuanto al vestuario de la novia y los asistentes.

Ya habrán ustedes leído una infinidad de comentarios sobre la boda y sus vestidos. Seguramente más de un comentario sobre los mejores y los peores vestidos —que a mí no dejan de parecerme algo ridículos, pues creo fielmente que cada quien es libre de cubrir su cuerpo con lo que su corazón o su cerebro le indique—, sobre el par de ejemplares blancos que lució la novia, y sobre la polémica que causó su cuñada, Kate Middleton, al repetir un vestido.

Es sobre los vestidos de la novia que quiero hablar hoy.

Meghan Markle Wedding Dress by Clare Waight Keller for Givenchy

De origen norteamericano y multi-racial —como todos en este continente, así a algunos les guste creer que no—, Meghan Markle lució, para la ceremonia religiosa, un vestido blanco de alta costura diseñado por Clare Waight Keller para Givenchy. La diseñadora británica, nacida en Birmingham, se convirtió el año pasado en la primera mujer encargada de la dirección creativa de la casa francesa fundada en los 50s por Hubert de Givenchy. A comienzos del año, Keller fue invitada a crear el vestido de la futura Duquesa de Sussex, con quien trabajó durante meses en el diseño. Y aunque el vestido era muy simple —blanco, de corte recto en los hombros, con mangas tres-cuartos, largo y con falda ligeramente en A desde la cadera, hecho en cady de seda—, era en el velo donde se encontraban los detalles más significativos: con 5 metros de tul de seda y más de 500 horas de trabajo manual, el borde del velo contenía representaciones de las flores típicas de cada uno de los países de la Commonwealth —conjunto de ex-colonias británicas, de los cuales el Príncipe Harry es embajador—, además de los calicantos del Japón (wintersweet, en inglés) que crecen al frente del hogar de la pareja en Kensington y las amapolas californianas, de donde proviene la novia. Sin duda, tanto la novia como la diseñadora estaban conscientes de los mensajes que puede transmitir un vestido y se encargaron de comunicarlos, sutil y románticamente, en este ejemplar.

Clare Waight Keller Givenchy Wedding Gown Meghan Markle
Diseño para el vestido de novia de Meghan Markle, diseñado por Clare Waight Keller para Givenchy. Imagen cortesía de Givenchy.

Pero hay un mensaje adicional, que vale la pena mencionar. En una industria en la que son los hombres los que continúan vistiendo a las señoritas, es una movida extremadamente feminista escoger a una mujer como su cabeza creativa. Entonces la elección del vestido de Meghan Markle fue feminista. Así se haya limitado a usar blanco. Así haya elegido cubrir su cuerpo con cortes modestos. Así no haya logrado cambiar el estereotipo patriarcal de las bodas reales —y en general de nuestras culturas occidentales—. Sobretodo si tenemos en cuenta que el segundo vestido que usó Markle (para la recepción) fue, también, diseñado por una mujer: un ejemplar de cuello alto, sin mangas y ceñido al cuerpo, con una falda larga ligeramente acampanada, creado por Stella McCartney.

Meghan Markle Wedding Dress Stella McCartney

Y como en esas me la paso ahora, aprovecho para hacer un llamado a todas aquellas próximas novias que aprendan de la nueva Duquesa de Sussex para adoptar estos pequeños actos subversivos/feministas en su día especial. No tienen que dejar de casarse, ni de vestirse de blanco, ni de usar su vestido soñado en su gran día. Pero tal vez pueden considerar usar pantalones debajo de un vestido más corto. O dejar que una mujer o un diseñador emergente cree su vestido de ensueño (mis candidatos favoritos en estas categorías, si puedo opinar, son Francesca Miranda y Andrés Pajón). Tal vez —muy al estilo de la Reina Victoria— pueden crear su vestido pensando en usarlo varias veces más en el futuro, incluso con algunas adaptaciones pequeñas. O —al estilo de Kate Middleton— pueden repetir algún vestido que tengan guardado en su clóset; tal vez, incluso, usar el que llevó su mamá (o su tía o su abuela o su mejor amiga) en su boda.

Las opciones, ciertamente, son muchas. Lo cierto es que valdría la pena considerar algunas formas de hacer algo más moderno, sostenible y feminista del vestido que usan las mujeres en lo que muchas consideran el día más especial de sus vidas.

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