Breve reseña de Colombiamoda 2016

Colombiamoda 2016 reflejó, de muchas formas, el estado de la cultura creativa actual en el país; una cultura influenciada por el legado del facilismo que, impulsado por el narcotráfico y la violencia en el último medio siglo, es algo que parecemos llevar en las venas desde el asentamiento de los colonos españoles-mozárabes que una vez habitaron este país y que, a pesar de declararse lista para enfrentar al mundo, especialmente en términos de moda, sigue estando terriblemente adormecida. Pero, más que resaltar las fallas de la moda colombiana, algo que aquellos “críticos” en busca de sus 15 minutos de fama ya han hecho por mí, aquí busco resaltar lo bueno, lo que me hace tener fe en que, algún día–ojalá no muy lejano–, la moda sea un tema de orgullo colombiano dentro y fuera del país.

La moda, dijo Werner Sombart en su momento, es la “hija favorita del capitalismo” y, por tanto, refleja sus estructuras, sus virtudes y, más que todo, sus vicios. Bajo la estructura económica capitalista en la que vivimos, Colombia no es más que un pedacito de periferia que, sólo hasta hace poco, ha entrado en una economía medianamente global y ha recibido atención en términos de negocios y producción económica, fenómeno que se ha dado en gran parte por causa de la inestabilidad económica que vive Europa—el centro del mundo hasta hace relativamente poco—y el reciente colapso de Brasil, la economía más grande de Sudamérica.

De ahí que, en la moda, como en muchos otros aspectos, Colombia se haya limitado a imitar.

Pero dejar el análisis ahí sería caer en el gran error que han cometido historiadores y teóricos de la moda durante siglos: que la moda, como fenómeno capitalista que es, es exclusivamente Occidental/Europeo—con Estados Unidos entrando al discurso en las primeras décadas del siglo XX—, que todas las tendencias y las prendas “de moda” se producen en París—el centro—y el resto del mundo—la periferia—se dedican a imitarlo, que la señora Moda no existe en ningún país por fuera de Europa y Estados Unidos, pues allí el traje se limita al folklor.

La moda—y Colombiamoda 2016 fue fiel testimonio de esto—está presente en todo el mundo y, aunque en Colombia hasta ahora está despertando, es un fenómeno identitario que debemos reconocer, valorar y, sobretodo, explotar, negociando las presiones externas de una economía y un sistema de la moda cada vez más globalizado con nuestra propia forma de ver el mundo, heredada a través de la historia de las múltiples culturas que nos hacen colombianos, con nuestro propia creatividad y su reflexión en nuestro lenguaje estético.

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Tal vez uno de los diseñadores que mejor logró alimentar las tendencias de la moda internacional con algo de sabor latino fue Jorge Duque, encargado de inaugurar las pasarelas de Colombiamoda 2016. A los estampados florales y los tartanes, expresión setentera de la cual las creaciones de Alessandro Michele son sólo una manifestación, Duque añadió una estética tropical caribeña en las telas vaporosas, las borlas y los escotes.

Mónica Holguín, diseñadora de Pepa Pombo, de una forma algo distinta, también logró fusionar elementos clave en el mundo de la moda actual. Inspirando su colección en Río de los 40s, nos reiteró que Europa hace rato perdió su trono de reina de la moda, al mismo tiempo recordándonos cuál es la más grande obsesión de la moda: la nostalgia por la latinidad pasada. Con la serie de desfiles y eventos de moda realizados este año en Cuba y Brasil, la colección de Holguín no se queda por fuera de estos discursos en que, en la creación de lo contemporáneo, se revive la idea de un pasado, de alguna forma, mejor.

Carlo Carrizosa, por su parte, trajo algo de exoticismo a un país ya exótico en sí con su reestructuración de las técnicas tradicionales de camisería, este mago creador nos muestra una estética completamente moderna; una estética algo asiática que no pierde su identidad latina—y una más que clara influencia de su formación en Parsons—, evidenciada en la consideración de las curvas femeninas en conjunción con la estructura de las prendas. Este joven diseñador es sin duda portador de un gran futuro para la moda, no sólo en Colombia, sino a nivel global.

Otra forma maravillosa de re-trabajar técnicas tradicionales de la indumentaria es la de Andrea Landa, quien transforma tejidos artesanales en una curiosa selección de materia prima: el cuero. Actuando como una piel sobre la piel, el cuero evoca una gran cantidad de sensaciones táctiles, haciéndolo frecuentemente objeto de fetiche en en el vestir. Pero, lejos de sexuales, las creaciones de la diseñadora son chic, con una sensualidad propia de la mujer segura de sí misma, que la mujer de hoy puede vestir a diario.

Johanna Ortiz no necesita introducción. Ella se ha convertido en la gran embajadora de Colombia en el mundo internacional de la moda—¡y merece serlo!—, con sus vestidos vendiéndose en gigantes del retail como Moda Operandi e incluso decorando las famosas vitrinas de Bergdorf Goodman en la siempre fashion Quinta Avenida de Nueva York. Los boleros y el uso de estampados con lenguajes florales que nos hacen viajar al trópico sólo con verlos se han convertido en su identidad de marca y no dejan de sorprender. En esta colección, el uso de ojalillo mezclado con patrones florales y la exquisita mezcla de rayas y flores son de resaltar.

Y si de mezclas exquisitas se trata, no puede faltar Renata Lozano, encargada de cerrar esta versión de Colombiamoda. Tomando elementos tan variados que reflejan extensivamente la multiculturalidad latina—con base en la naturaleza nativa americana, mezclando la herencia negra con la tradición indígena y los elementos de la estética Sevillana—, y reflejándolos en una exquisita combinación de texturas, patrones y colores, Renata Lozano presentó una colección con siluetas para la mujer cosmopolita, viajera y aventurera, que cada vez caracteriza mejor a la feminidad colombiana.

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