Prestándome la ropa “masculina”

Nunca me he sentido cómoda con la idea de un estilo especialmente “masculino” o “femenino”. Desde muy pequeña, comencé a cuestionar algunos de los ideales de género que aprendemos a la hora de vestir: que el azul es para niños y el rosado para niñas (nunca fui muy amante de ninguno de los dos); que hay que usar aretes y tener el pelo largo para verse femenina; que hay que usar falda y tacones para convertirse en una mujer elegante (uno se puede ver igual de bien con pantalón y zapatos planos).

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