“Fashion & Virtue” en el Met Museum

Ésta es la semana de la imprenta en Nueva York, lo que significa que estos días son una celebración del arte de la imprenta en la ciudad. Así que decidí unirme a la fiesta y escribir sobre la más reciente exposición del departamento de dibujos e imprenta en el Metropolitan Museum of Art, llamada Fashion and Virtue: Textile Patterns and the Print Revolution, 1520–1620 (Moda y virtud: patrones textiles y la revolución de la imprenta, 1520–1620).

Aunque estaba consciente de la existencia de impresiones antes de mudarme a Nueva York, no fue sino hasta que estuve aquí, estudiando historia de la moda, que me di cuenta de la importancia de la imprenta en la difusión de tendencias de moda—y todavía lo es—. Pero, al mirar de cerca todas estas impresiones históricas realizadas para revistas como Harper’s Bazaar y Le Mercure Galant, me empecé a enamorar de ellas poco a poco. Mi énfasis en los detalles y la admiración que siento por las labores que toman largo tiempo para ser completadas—posiblemente porque no tengo la paciencia de meterme en ellas—fueron, tal vez, los factores que más me atrajeron a ellas inicialmente. Y a medida que empecé a entenderlas más, a entender las técnicas, su unicidad—a pesar de ser muchas veces impresiones de un mismo molde—y su belleza, terminé por obsesionarme completamente con el arte de la imprenta.

Entonces, cuando vi en el catálogo de cursos de posgrado de Parsons uno llamado  “Mirar de cerca: dibujos y estampas” supe que tenía que verlo.

Coincidencialmente, sólo una semana antes de comenzar mi clase, fui al lanzamiento del comité de organización de la gala del Apollo Circle en el Met, y conocí a Femke Speelberg, curadora de la exposición, quien me invitó a la apertura. Después me enteré que uno de los trabajos para mi clase es basado en la exposición. Así que, como se podrán imaginar, ya he ido a verla varias veces—y eso que ¡sólo lleva dos semanas!—.

La exposición explora la relación entre la imprenta y el diseño de patrones textiles durante el Renacimiento. La primera expresión de tal relación se vio en una serie de seis xilografías elaboradas por Albrecht Dürer, inspiradas en diseños de “nudos” atribuidos a Leonardo da Vinci. Comenzando con esta movida en la década de 1520, el intercambio de patrones, impresos en pequeños libretos, dio luz a lo que hoy podemos llamar las primeras publicaciones de moda. Estos libros no estaban hechos para ser escondidos en bibliotecas, sino para ser usados por personas en los distintos niveles de la sociedad que tuvieran algún interés en la decoración de textiles, incluyendo mujeres y jóvenes artistas. Hoy en día, muchos de estos libros están incompletos, pues las páginas eran arrancadas para colgarlas en las paredes de los estudios, y el uso de patrones similares a los que se publicaron en el Renacimiento siguen siendo usados en prendas de vestir, lo que refleja la gran importancia de estas primeras publicaciones de moda a lo largo de la historia.

El argumento principal de la exposición, si lo entiendo bien, es que la revolución de la imprenta, que comenzó en el siglo XVI y muestra un incremento en los libros con patrones para textiles que se publicaban, fue el resultado de un incremento en la producción de textiles que estuvieran a la moda.

Después de siglos de rezago económico durante la Edad Media, Europa vio en el Renacimiento la reemergencia del comercio, no sólo con Oriente—aunque este intercambio ya había iniciado entre Venecia y el Imperio Ottomano tiempo atrás—sino también entre los distintos centros económicos dentro del continente. Y así, el Renacimiento trajo una nueva forma de intercambio de productos e ideas, y la imprenta debió ser un factor definitivo en él.

El Renacimiento también vio nacer algunos centros de producción de ciertos productos de moda, tales como el encaje. Inicialmente, éstos se dieron en Italia, pero luego se movió a Flandes, donde se creaban los más prestigiosos encajes de la época. Pero lo más probable es que, a menos de que uno fuera miembro de una de las grandes cortes nobles de Europa, no tuviera ni posibilidad de estar cerca de uno de estos maravillosos encajes. Y aquí es donde la imprenta se vuelve fundamental, pues permite la difusión de los estilos de encaje y los patrones alrededor del continente, de modo que distintos artistas los podían elaborar en distintos lugares. Es más, en algunos casos, cuando la situación económica no daba para más, estos patrones podían ser impresos directamente en tela, como una especie de encaje faux.

Pero esto es algo que, definitivamente, no se puede entender solamente con ver la exposición. Yo lo sé porque he estudiado historia económica mundial durante años y porque estoy en el segundo año de una maestría en historia de la moda. Pero dudo que mis amigos que no se mueven en esta área puedan entenderlo—aunque definitivamente sí pueden valorar la belleza de las obras de arte que se muestran en la exposición—.

Más importante aun, lo que no entendí para nada fue la parte relacionada con “virtud” en el título de la exposición, a pesar de que se incluya una sección sobre el ideal de mujer virtuosa y su relación con el trabajo textil. En el Renacimiento, se esperaba que las mujeres fueran tan virtuosas como la Virgen María, y los actos relacionados con el trabajo textil—coser, bordar, tejer—las acercaban a este ideal más que pasatiempos como bailar o jugar cartas. Así que los que publicaban los libros lo hacían, en parte, teniendo como meta la proliferación de este ideal de feminidad.

Aunque todo esto tiene sentido y parece ser verdad, pues la paciencia que se requiere en las artes textiles ha sido relacionada con la virtuosidad de la mujer a lo largo de la historia occidental desde la Edad Media, todavía no entiendo cómo forma parte esencial de la revolución de la imprenta, ni cómo describe la exposición, que también incluye patrones entrelazados anteriores y adaptaciones contemporáneas de los modelos para textiles creados en el siglo XVI.

Sin embargo, lo más probable es que esto no afecte mucho el estatus de la exposición. Cualquier persona que haya visitado un museo alguna vez sabe que no hay suficiente espacio para contar la historia completa detrás de los objetos expuestos. Y si lo hubiera, creo sinceramente que las personas no se preocuparían por leerlo todo y volverse expertos en el tema; sólo unos pocos lo harían. Y esto hace de esta exposición una maravillosa muestra de arte, con tantos objetos divinos.

La colección es maravillosa. Las impresiones son muy lindas, y para aquellos que no sepan cómo imaginárselas en textiles, la exposición les muestra ejemplos claros de ellos. También hay un molde de xilografía de un diseño de Dürer, que me hizo la persona más feliz del mundo, con una serie de diseños, y un chasuble divinamente bordado—con pavos reales y todo—que me pondría para ir a clase si pudiera.

Entonces, como siempre cuando se trata del Met, les recomiendo ver la exposición si van a estar en NY antes de que cierre en enero. Aunque todavía me cuesta entender el título y tengo problemas con la parte relacionada con la misión educativa del museo, definitivamente es una exposición que alimenta los ojos y muestra piezas de arte maravillosas.

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