Año nuevo, ¿blog nuevo?

Anoche fue una de esas raras ocasiones en las que no pude dormir. Por lo general, soy de las que duerme profundamente por lo menos 8 o 9 horas al día. Pero desde que era niña, siempre que hay algo que me emociona o cuando sé que voy a iniciar algo nuevo, no puedo dormir. Y paso horas dando vueltas en la cama, con mi cuerpo activado por la ilusión del comienzo, mi cerebro maquinando para dar lo mejor de mí y todo mi ser deseando que ya empiece eso que tanto anhelo.

Creo que lo que tanto quería anoche era el inicio oficial del 2021. El año comenzó hace ya varios días pero hoy “vuelvo” al trabajo —o a los múltiples trabajos— y tomo las primeras acciones para hacer realidad todos esos sueños y las intenciones que tengo para este año. Creo que inconscientemente me tomé muy en serio la misión de la semana, después de un muy merecido descanso.

Y es que realmente no podía esperar a que se terminara el año pasado y comenzara uno nuevo. (Estoy segura de que muchas personas se pueden identificar.) El 2020 fue tremendamente difícil para mí, física, mental y emocionalmente. Fue un año maravilloso, de muchísimo crecimiento y, sobretodo, de éxito profesional y por eso estoy infinitamente agradecida. Pero también fue un año agotador, que me exprimió hasta la última gota.

Por eso es que, el 23 de diciembre, apenas cumplí con el último pedacito de mis responsabilidades laborales del año, supe que necesitaba unos buenos días de descanso total. Necesitaba también reconectar con mi esencia, que sentía se me había perdido entre tantas ocupaciones. Entonces, me dediqué a hacer lo que más amo con los seres que más amo: compartí con mi familia, monté a caballo, me rodeé de naturaleza y me regalé tiempo para meditar, hacer yoga y reflexionar como nunca antes lo había hecho. Duré casi 10 días procesando el 2020, con todos sus altos y bajos, me esforcé por dejar ir lo que ya no me sirve, interioricé todos los aprendizajes y declaré mis intenciones más sinceras para este nuevo año.

fotografía de una mujer en una hamaca

Y durante esos días, que se sintieron casi como un retiro del mundo “real”, me reencontré con uno de los temas recurrentes de mi vida adulta: ¿cómo hago para unir profunda y auténticamente mis labores profesionales con mi amor por los caballos y mis prácticas espirituales?

Anoche en mi desvelo encontré una posible respuesta. Y aquí estoy, volviendo a mi viejo blog en mis primeras horas “de trabajo” del año, dándome por lo menos la oportunidad de intentarlo.

Justo hace un par de días hablaba con una de mis grandes amigas de la vida sobre la importancia de reconocer que somos mucho más que nuestra profesión. Con frecuencia, me autodeclaro “historiadora del arte y de la moda” pero la verdad es que soy muchísimo más que eso. Soy también jinete apasionada, practicante y maestra de yoga. Soy hija, hermana, amiga, amante. Soy feminista. Soy escritora, investigadora y pensadora. Podría seguir pero creo que lo importante es que soy humana, con todas las complicaciones y las infinitas capas que eso implica.

Entre las maravillas que trajo el 2020 a mi vida, estuvo el que muchas personas se acercaron a mí para pedirme consejos sobre cómo llevar la carga académica (y no sólo a nivel doctoral) sin dejar que las consuma, sobre cómo volver a encontrar inspiración o motivación cuando se ha perdido, sobre cómo empezar una práctica de yoga o de meditación… en fin, ¡todo menos lo que yo le preguntaría a una “historiadora del arte y de la moda” que no es nada más que eso! ¿Entonces por qué limitarme a un solo aspecto de mi vida, ese relacionado con los estudios de moda?

Otra de las maravillas del año pasado fue darme cuenta del potencial de los medios digitales para crear conexiones genuinas y formar comunidades. Confieso que en más de una ocasión, el agotamiento me hizo pensar en cerrar todos mis canales digitales, deshacerme de mi celular y escaparme a algún lugar con muchos caballos y cero aparatos electrónicos. Pero mi mejor amiga de infancia siempre me hacía pensarlo dos veces y recordar a todas las personas que siempre me leen y conversan conmigo virtualmente. Juntas se encargaron, una y otra vez, de revivir toda la fe que le tengo a los medios digitales (y de paso a la humanidad).

mountains with green trees and blue sky with clouds in the background

Por eso es que no pude aguantarme las ganas de volver a escribir aquí. Todavía no tengo perfectamente claro cómo es que voy a integrar profunda y auténticamente los diversos aspectos de mi vida y de mi ser. Lo que sí es claro es que escribir y conectar con personas en distintos lugares del mundo gracias a los medios digitales hacen parte del camino. Así que aquí estaré, sin falta, todos los lunes.

No es el primer blog que tengo en mi vida. Gracias a mi primer intento en este campo, hace ya más de diez años, es que terminé aplicando a la maestría en Estudios de Moda y, luego de graduarme de ella, emprendiendo mi camino hacia el doctorado, la docencia y la curaduría de moda. Culturas de Moda, mi más grande bebé-proyecto del momento, nació hace ya tres años como un blog. Y me gusta tanto la idea, que se siente casi que natural pensar en encontrar mi camino (y ojalá ayudarles a ustedes a encontrar el suyo) en este espacio.

Y sólo con pensar en la ilusión de encontrar una forma de manifestar más auténticamente mi ser a través de la escritura, siento que el 2021 se abre ante mí como un arcoíris de posibilidades. ¡No saben la emoción que me da! Desde el fondo de mi corazón, espero que poder ofrecerles aunque sea un pedacito de esa sensación a ustedes también.

Si llegaron hasta aquí, ¡gracias, gracias, gracias por leerme y por acompañarme en esta reflexión! Gracias por ser parte del camino, porque llegaron hasta aquí por algo. Espero que elijan acompañarme también en lo que sigue. Si tienen un momento, por favor cuéntenme qué les gustaría encontrar en este espacio. Escríbanme en los comentarios o en Instagram, Twitter o Facebook.

¡Feliz año, feliz semana y feliz comienzo!

L.

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